
El pasto sigue siendo el recurso predilecto en muchos jardines urbanos. Sin embargo, su uso extensivo en una ciudad como CDMX, con problemas de agua, calor urbano y pérdida de biodiversidad, ya no es sostenible. Aunque culturalmente se asocia con “verde = bonito”, es momento de repensarlo desde el paisajismo ecológico.
Acá te compartimos cinco razones por las que conviene dejar el pasto a un lado en jardines urbanos, y pensar en opciones que aporten más.
Requiere demasiada agua
Un jardín con pasto necesita riego constante, incluso en temporadas secas. En zonas con escasez hídrica como CDMX, mantener grandes extensiones de césped no es una decisión responsable. Existen alternativas que se adaptan mejor al clima y requieren mucho menos riego.
Tiene poco valor ecológico
El pasto no aporta alimento ni refugio a fauna local. Es un monocultivo que genera un ecosistema pobre. En cambio, usar cubresuelos, herbáceas o arbustos bajos puede atraer polinizadores, mejorar la estructura del suelo y favorecer la biodiversidad.Genera altos costos de mantenimiento
Cortar, abonar, fumigar, airear… mantener un pasto en buenas condiciones implica tiempo, maquinaria, insumos y dinero. En proyectos urbanos, este gasto continuo podría destinarse a vegetación funcional que se mantenga sola con el tiempo.Contribuye al efecto isla de calor
Aunque parezca contraintuitivo, el pasto puede aumentar el calor urbano, especialmente si está rodeado de concreto. Su capacidad de enfriar es limitada comparada con vegetación más estructurada, como setos, arbustos o cubresuelos densos.No se adapta bien a todos los suelos ni espacios
En pendientes, zonas de sombra o suelos pobres, el pasto no prospera. Forzarlo con tierra vegetal o fertilizantes termina siendo un esfuerzo innecesario. El diseño debe responder al sitio, no imponer una estética importada.
En el paisajismo contemporáneo, elegir las plantas adecuadas tiene que ver con resiliencia, contexto y función ecológica. Sustituir el pasto por vegetación nativa o adaptada mejora la eficiencia hídrica, reduce costos y aporta vida al espacio.
Hay muchas formas de hacer jardines verdes sin depender del césped. La decisión está en lo que queremos promover: ¿una estética tradicional o un paisaje vivo, diverso y funcional?